La
hora temprana, la luz magnífica, el terreno con algo de humedad; a ver si no
hay mucho polvo y la bici se mantiene limpia y podemos pasar de lavar, secar,
engrasar… Suele haber que hacerlo a cada salida; o por polvo, o porque llovió o
porque queda algún charco, caminos regados, paso de arroyos….
Cortamos.
No queremos hoy hablaros de rutas, mecánica o zarandajas similares. Hoy va de
corzos; casi un cuento con, esperamos y deseamos, final feliz.
Llevamos
pedaleando tranquilamente y disfrutando del paseo como 15 minutos y, delante de
nosotros, a nuestra izquierda, una parcela en la que el arado dejó pinceladas
de rojas amapolas que la luz matinal hace casi transparentes, nos empuja a,
admirados, detenernos para hacer una foto.
¡Vale!.
Hemos continuado, llegado a Fuentelcesped, al mirador norte del Casuar, en el
Cañón del Riaza…, hasta más caminos, más cuestas, más descensos, más paradas,
más paisaje, tentempié, agua, más campos de Castilla ya bastante dorados –
pronto, demasiado pronto (malas noticias sobre la cosecha de cereal) - y muy
verdes en viñas, huertos y arboledas; alguna foto más…; lo normal. Y
retornamos.
Retornamos
más o menos por la ruta de ida, cuando justo pasada la carretera entre Campillo
y Fuentelcesped una pequeña cabeza se mueve entre las cebadas. ¡Un joven
corzo!. Y está solo. ¿El mismo de la mañana?; ¿y la madre?. A unos tres
kilómetros del punto del encuentro de la mañana, todo puede ser.
El
pobre corzo está muy asustado y, creemos, totalmente desorientado… Huye y, en
la huida, topa con la larga valla de una finca y la sigue hacia su izquierda,
¡justo hacia dónde vamos nosotros!. Paramos al darnos cuenta y nos mantenemos
quietos y a la espera. Llega al camino, lo atraviesa alocado y, con flojos e
inseguros saltos, se interna en otro cebadal cuyas espigas le tapan casi por
entero. Miramos a conciencia el contorno buscando si la madre está cerca, pero
nada, no la localizamos.
Imposible
saberlo, pero preferimos pensar que o no es el corzo de la mañana o que,
cercanos a la carretera, la madre la atraviesa cuando, algún vehículo, les
asustó y separó. También que, con todo el día por delante, se han reencontrado
más tarde, no siendo día de caza y sin otros depredadores para su tamaño,
velocidad, resistencia, etc. En todo
caso, si no estamos seguros de lo que es mejor hacer en una situación como esta, es mejor no hacer nada que pueda empeorarla. Aun así nos intranquiliza y duele
esa impotencia. Esperamos y deseamos que la
naturaleza, tan sabia como es, tenga para esta ocasión sus propios recursos como ha demostrado en tantos otros. Y esperamos que cada día sigamos teniendo la oportunidad de
ver corzos, antes tan raros y hoy en día mucho más frecuentes en nuestros paseos por la
Ribera del Duero.
¿Quieres
venir y disfrutarlo?.
En
Kinedomus Bienestar, tenemos a tu disposición toda la información y ayuda para
preparar tu jornada.
¡Feliz
escapada!
No hay comentarios:
Publicar un comentario