El
espectáculo de color, no obstante, hay que buscarle en los puntos,
preferiblemente altos, y perspectiva adecuados. No basta mirar; hay que ir.
El
recorrido lo habíamos ya hecho en muchas ocasiones, pero no con coincidencia de
hora y puntos de observación y ha resultado que la sorpresa nos aguardaba en
los recodos, a la entrada y salida del monte, a medio camino, al transponer un
grupo de encinas, de sabinas o de pinos…, continuamente. Ha sido impresionante.
La
ruta: sobre las 6 de la tarde, hora ya poco calurosa, hemos partido a pié de
Kinedomus Bienestar y atravesado la vega en
dirección al monte del cercano pueblo de Fresnillo de las Dueñas; siguiendo el camino más
directo y, por cerca del depósito de agua del pueblo, abandonamos el llano y
pasamos el canal buscando el monte, en el que entramos después de un par de km.
aproximadamente. Cabría hacer esta aproximación en coche, ahorrando el tiempo y
la monotonía de la vega que, en todo caso, contemplaremos más a gusto, luego,
desde lo alto.
Ya
en el monte hemos ido eligiendo sendas casi al azar, buscando las más sinuosas,
las más escondidas, las más frondosas, las más bonitas (o, al menos, las que
más nos gustan); teniendo en cuenta solo la dirección de vuelta a la vega, por
si teníamos la mala (o buena) idea de caminar hasta anochecer… En las lomas,
en los caminos, en las laderas, nos hemos empezado a topar con el paisaje y la
luz que antes contábamos…
No
esperamos a la noche (no es luna llena) y a eso de las 8 y media estábamos en
el barrio de las bodegas de Fresnillo, tomándonos un descanso, un tomate con
sal recién cogido de la huerta y un trago de vino casero, mientras charlábamos
con un grupo de amigos sentados al fresco del atardecer a la puerta de la
bodega. ¿Qué más se puede pedir?.
¿Os
apetece repetir la experiencia?. En Kinedomus Bienestar, os ofrecemos toda la información que necesitéis
para la preparación de vuestra ruta.
¡Feliz
jornada!.
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