jueves, 3 de julio de 2014

El joven corzo solitario.

Esta mañana ha salido un día magnífico, tras varios con intermitentes lluvias y alternancia de temperaturas. Así que hemos aprovechado el día libre para salir de BTT; esta vez sin ruta determinada. La moneda ha dicho que dirección sur y nos ha conducido por las cercanías de Fuentespina, Fuentelcesped, Montejo de la Vega de la Serrezuela

La hora temprana, la luz magnífica, el terreno con algo de humedad; a ver si no hay mucho polvo y la bici se mantiene limpia y podemos pasar de lavar, secar, engrasar… Suele haber que hacerlo a cada salida; o por polvo, o porque llovió o porque queda algún charco, caminos regados, paso de arroyos….

Cortamos. No queremos hoy hablaros de rutas, mecánica o zarandajas similares. Hoy va de corzos; casi un cuento con, esperamos y deseamos, final feliz.

Llevamos pedaleando tranquilamente y disfrutando del paseo como 15 minutos y, delante de nosotros, a nuestra izquierda, una parcela en la que el arado dejó pinceladas de rojas amapolas que la luz matinal hace casi transparentes, nos empuja a, admirados, detenernos para hacer una foto.

La parcela tiene a un lado un talud rocoso y, de allí, de repente, un corzo joven y la madre salen zumbando. Seguramente nos han oído, se han dado cuenta de que nos parábamos y se han sentido amenazados. Están relativamente lejos pero podemos observarlos a placer hasta que desaparecen tras una pequeña elevación.

¡Vale!. Hemos continuado, llegado a Fuentelcesped, al mirador norte del Casuar, en el Cañón del Riaza…, hasta más caminos, más cuestas, más descensos, más paradas, más paisaje, tentempié, agua, más campos de Castilla ya bastante dorados – pronto, demasiado pronto (malas noticias sobre la cosecha de cereal) - y muy verdes en viñas, huertos y arboledas; alguna foto más…; lo normal. Y retornamos.

Retornamos más o menos por la ruta de ida, cuando justo pasada la carretera entre Campillo y Fuentelcesped una pequeña cabeza se mueve entre las cebadas. ¡Un joven corzo!. Y está solo. ¿El mismo de la mañana?; ¿y la madre?. A unos tres kilómetros del punto del encuentro de la mañana, todo puede ser.

El pobre corzo está muy asustado y, creemos, totalmente desorientado… Huye y, en la huida, topa con la larga valla de una finca y la sigue hacia su izquierda, ¡justo hacia dónde vamos nosotros!. Paramos al darnos cuenta y nos mantenemos quietos y a la espera. Llega al camino, lo atraviesa alocado y, con flojos e inseguros saltos, se interna en otro cebadal cuyas espigas le tapan casi por entero. Miramos a conciencia el contorno buscando si la madre está cerca, pero nada, no la localizamos.

¿Sabrá el pequeño corzo por donde va o tiene que ir?; ¿le podrá ver la madre que, sin duda, le busca desesperada?, ¿se estarán llamando en su particular lenguaje?. Y sobre todo, ¿seremos nosotros, de alguna forma, causantes de sus problemas, si les hicimos cambiar de plan o ruta tres hora antes?.

Imposible saberlo, pero preferimos pensar que o no es el corzo de la mañana o que, cercanos a la carretera, la madre la atraviesa cuando, algún vehículo, les asustó y separó. También que, con todo el día por delante, se han reencontrado más tarde, no siendo día de caza y sin otros depredadores para su tamaño, velocidad, resistencia, etc.  En todo caso, si no estamos seguros de lo que es mejor hacer en una situación como esta, es mejor no hacer nada que pueda empeorarla. Aun así nos intranquiliza y duele esa impotencia. Esperamos y deseamos que la naturaleza, tan sabia como es, tenga para esta ocasión sus propios recursos como ha demostrado en tantos otros. Y esperamos que cada día sigamos teniendo la oportunidad de ver corzos, antes tan raros y hoy en día mucho más frecuentes en nuestros paseos por la Ribera del Duero.

¿Quieres venir y disfrutarlo?. 
 

 
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¡Feliz escapada!


 

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